OTRO
ARGENTINO EN LA PLAZA MAYOR.
Estoy sentada en una de
las terrazas de la Plaza Mayor, hace un calor exagerado para esta época
del año y a mi alrededor puedo escuchar el acento rio platense como un
murmullo más entre palomas y turistas y vendedores ambulantes. Desde la
crisis de Diciembre de 2001 a la fecha – quizás como una
reafirmación del éxodo de los setentas y ochentas – los
argentinos han venido a parar a Madrid como en busca de un Santo Grial. No
sé si ese es el caso de Gino Artti, pero de alguna forma el destino lo
ha traído a Madrid y con ese destino la publicación de su primer
obra, Habitaciones
Vacías (Editorial Zwi Migdal, Madrid, 2004).
Cada
vez que escucho un argentino hablar a los gritos alrededor mío giro la
cabeza para encontrarme que Gino permanece elusivo e impuntual;
‘típico argentino,’ digo para mí y casi al mismo
tiempo una sombra cubre mi mesa. ‘Hola,’ dice finalmente el chaval
que he visto en la contratapa de un libro; ‘hola,’ contesto y me
pongo de pié y le estiro la mano;
él me da un beso en la mejilla y se sienta. Parece más
jóven de lo que es y está vestido como ningún escritor ha
osado vestirse antes: shorts y zapatillas sport. Hablamos de “bueyes
perdidos”(frase favorita entre los argentinos de este lado del charco)
por unos instantes y después pregunto si podemos comenzar la entrevista;
Gino contesta que sí y si bien se pone un poco nervioso cuando saco el
grabadorcillo de periodista, se hecha hacia atrás y saborea elzumo de
naranjas con una sonrisa, como si todo este rollo de las entrevistas le
pareciera un juego o un sueño, o las dos cosas.
Maria
Diez Suarez: ¿Gino,
por qué Madrid?
Gino
Artti: (se
hecha para atrás aún más y toma aire) ¡Qué preguntita!
Dejame pensar... Bueno, no es Madrid. No estoy definitivamente acá. He
estado alternando entre Londres, París, Dublin... No es Madrid
así nomás... No es tan simple.
MDS: Permíteme reformular
la pregunta: ¿Por qué no Buenos Aires?
GA: Rosario...
MDS:
¿Por
qué no Rosario?
GA: Digamos que por razones
personales me he visto en la necesidad de creer en las virtudes curativas del
exilio.
MDS: Suena trágico.
GA: Los argentinos somos
trágicos por naturaleza, por cultura y por elección...
MDS:
¿Todos?
GA:
Todos; sobre
todo los que terminan en Madrid. Madrid ejerce una atracción mezcla de esperanza y tragedia en los
argentinos, es un fenómeno muy interesante. Estoy seguro que en
algún momento voy a terminar acá, siendo otro argentino
trágico en Madrid; la verdadera y única clase de argentino
posible, un argentino exiliado en Madrid.
MDS: ¿No entiendo esto
último?
GA:
No hay nada
que entender, hay verdades que no hay que entender, sólo aceptar. La
única manera de ser un argentino, es ser un argentino exiliado, mejor si
es en Madrid; este es el único lugar del mundo donde se puede ejercer la
argentinidad.
Quizás pienses que estoy loco o algo por el estilo; pero yo soy
argentino sólo cuando estoy en Madrid, después, cuando estoy en
cualquier otro lado, soy menos argentino, y cuando estoy en Argentina, soy
italiano. Así nos va a los argentinos, siendo argentinos for export.
Gino
ríe y yo río sin entender demasiado lo que ha dicho;
quizás sea una de esas cosas que sólo los argentinos pueden
entender.
MDS:
He estado
leyendo Habitaciones vacías y me ha llamado la atención el
hecho que de alguna manera u otra, el exilio se halle presente en muchos de los
cuentos, casi todos. ¿Cómo se conecta esto con lo que dices sobre
la imposibilidad de ser argentino en Argentina?
GA:
Bueno, se
conecta en un cien por cien con lo que he dicho. Comencé a escribir Habitaciones
(SIC) desde
el punto de vista de un “no-argentino”; el personaje de Ludmila quiere huir de su Babilonia
y anhela una calle de Londres o una pintura de Monet, odia su lugar en el
mundo; escribí Ludmila estando en Argentina y me rehusé con
obsesión a nombrar a mi país, casi como si fuera un maleficio. La
segunda parte del libro, los cuentos, fueron escritos – con la
excepción de Irse y algún otro -
en Londres o París, y eso se siente en el texto y en el subtexto:
el que escribe es un argentino. Al menos yo lo siento. Todo esto conecta cien
por cien con lo que dije antes... No sé, veo como un nudo gordiano en
ese material, el exilio está presente en todo momento. No sé...
Por favor no me preguntes este tipo de cosas que me termina por doler la
cabeza.
MDS:
Me
haré cargo de las aspirinas.
GA:
(riendo) Y de los terapeutas, otro
claro ejemplo de la idiosincrasia de mi gente.
MDS:
Suena un
poco cliché.
GA:
¡Es un
cliché! Claro que es un cliché... ¿Me vas a decir que un
cliché no puede ser una gran verdad? Básicamente de estos
clichés tratan los textos en los que estoy trabajando ahora; de los
clichés que terminan por formar la identidad nacional e individual de
cada uno de nosotros, en el sentido que todo un grupo termina repitiendolos
para reclamar pertenencia... Esto se ve en Orgasmos de Sirenas, pero no quiero hablar de
este material hasta que esté editado...
MDS:
Yo no te
pregunté sobre ese texto...
GA:
Cierto.
Fué sólo una táctica comercial..
Gino
rie por unos cuantos segundos y esta vez yo me sumo la risa. Tomo un par de
notas en mi cuaderno y Gino hace señas al mozo – también
argentino – y le pide otro zumo de naranjas, sólo que él
dice jugo y el mozo se da cuenta de que Gino es argentino y terminan hablando
de Argentina y cuando el mozo le pregunta a qué se dedica, Gino contesta
de que por el momento está desocupado. ‘Ya va a mejorar
todo,’ dice el mozo y le deja el “jugo” y se rehusa a
cobrarle.
MDS:
¿Otra
táctica comercial?
GA:
No, me da
verguenza decir que soy escritor. (risas)
MDS: ¿Podés explayarte un poco
más sobre el tema de los clichés y la identidad nacional e
individual?
GA:
Uff, menudo
lío. Dejame intentar un borrador... Me disculpo de antemano...
MDS:
Disculpado.
GA:
Básicamente,
los argentinos - recuerda que
hablo de los verdaderos argentinos, los exiliados - estamos condenados a
repetir ciertos clichés en esa carrera por terminar de comprender la
argentinidad... Está el cliché de comenzar a tomar mate y
escuchar tango en el exterior. El cliché de descubrir que todo era mejor
en Argentina una vez que el regreso se palpa imposible o casi imposible... El
cliché de comerse el cuento del dandy en París por algún
tiempo. Son clichés que me he creido, he descartado y que como resultado
han llevado a construir esto que vez ahora, este fenómeno de argentino
recalcitrante e imposible a la vez, un argentino exiliado. Este tema de los
clichés de argentinidad me ha obsesionado en estos últimos
tiempos y he tratado de capturarlo en mis textos, ha enriquecido la
temática de mi escritura, ha sumado al vacío literario que
intentaba capturar antes. Ahora es un vacío de clichés
nihilistas, pesimistas y extremadamente argentinos lo que intento capturar. Y
todo esto es otro gran cliché...
MDS:
¿Qué
cosa?
GA:
El escritor
argentino sentado en una terraza de la Plaza Mayor... Es un gran cliché,
quizás el mayor de todos...
Gino
se queda en silencio y se reclina en la silla mirando hacia todos lados,
mirándo las palomas, la gente que pasa caminando, mirando mi grabador...
La sonrisa se le ha borrado de la cara y ahora tiene una mueca entre triste y
de enojo.
GA:
Todo esto se
te vuelve en contra... Al fin y al cabo somos todos apátridas y un
apátrida es historica y socialmente un miserable... Es un poco triste...
En eso los envidio a ustedes [los españoles] es mucho más
fácil creerse los clichés en la casa propia que andar jugando a
Moisés.
MDS:
No es tan
fácil, creo que estás analizando la situación desde
afuera.
GA:
Es cierto;
ese es un análisis que prefiero dejar para ustedes... Yo puedo hablar
desde mi situación personal únicamente: la incomodidad de la
argentinidad.
MDS:
Pareciera
como si te molestara el hecho de ser argentino...
GA:
No, lo que
me molesta es que seamos tan poco originales.
Gino
vuelve a reir y yo me uno nuevamente a la risa. Hablamos “off the
record” sobre algunas menudencias como el calor que hace en Madrid y el
clima diferente que se vive después del 11 de Marzo. Gino dice que
sintió mucha pena por lo que sucedió, que es una “putada
que les hayan hecho cargo de los platos rotos” y que “todo esto es mucho
más complicado, no se soluciona así nomás; Zapatero es un
gran hipócrita, al fin de cuentas”. Gino dice que le
encantaría conseguir un piso en el centro de Madrid, pero que no puede
evitar vivir con una sensación de desarraigo permanente y que eso le
impide quedarse mucho tiempo en cualquier lado. ‘¡Que
contradictorio!’ dice y ríe.
MDS:
Entonces...
¿Hasta cuando Madrid, o Londres, o París?
GA:
No lo
sé. Ahora el regreso se palpa imposible...
Apago
el grabador de periodista y lo vuelvo a meter en mi bolsa. Gino se relaja y
deja caer el peso que se había apoderado de sus hombros. Habla de las
palomas y de una “amiga de esas del alma” que decía que las
palomas eran “ratas con alas” y que el metió ese
diálogo en Orgasmos de Sirenas, como un homenaje y que ese texto es en
sí un gran cliché. Después dice que se prometió no
hablar de Orgasmos
(SIC) y me pregunta si conozco algún cine donde pasen versiones
originales de películas francesas y yo le paso la dirección del
Capitol. ‘Otra argentinada,’ dice a modo de disculpa.
Hablamos unos instantes más y nos ponemos de
pié. Gino saluda al mozo con una especie de saludo militar. ‘Ratas
con alas,’ dice al fin, me besa la otra mejilla y se aleja caminando por
unos de los arcos de la Plaza Mayor.
Quizás esté silbando un tango.
©
Maria Diez Suarez, El naufrago, Número 15, Año 4, Barcelona,
2004.
ediciones zwi migdal