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Capricho masoquista sobre tres situaciones.

 

I Vacuidad/Precipitación de un acontecimiento.

 

            Ella se acerca y sopla la vela suavemente, la vela se apaga y deja subir un humo con olor a naranjas, se queda mirando el humo.

            Piensa que el humo es perfecto para este tema que está escuchando. Una balada vieja, una de las pocas cosas que me debe. ¿La pone triste? Un poco, sí, es inevitable adosarle contenidos vivenciales a la música. Un poco, sí. (Tal vez le recuerde lo mejor de mi). Masoquismo femenino, nada más.

            Él entra en la habitación, la mira con cara de no entender muy bien qué está escuchando y se sienta a su lado en el sillón. Se le tira encima y le mete una mano por debajo del pullover. Le toca las tetas y ella cierra los ojos, se besan. Ella le mete una mano por debajo del pantalón y le acaricia la entrepierna; él se estremece, estira la pierna derecha y patea la mesa; la vela se cae al suelo y dibuja con la cera una mancha sin forma.

            Ella se estira y apaga la luz.

 

 

II Paredes que nunca hablan/El paso de la carne a la anestesia

 

            Enciende la luz y cierra la puerta del baño con cuidado, abre la canilla y se enjuaga la boca con el agua. Piensa que el semen no siempre tiene el mismo sabor, a veces es más amargo. Se pregunta si tendrá que ver con la personalidad, no se responde.

            Se mira en el espejo con detenimiento, se ha visto el rostro miles de veces pero nunca dejó de parecerle extraño el reflejo de sus ojos en el espejo. Hay algo que siempre la aterró en esta escena, no sabe muy bien que parte. ¿Sus ojos? ¿El espejo? ¿Su rostro después del sexo?

            Se lava la cara y se ata el cabello. Cuando cierra la canilla ve el anillo verde, levanta la mano hacia la luz y lo mira. Con un poco de esfuerzo se lo quita y lo deja en el borde del lavabo. Lo mira ahí, medio húmedo y solitario y siente un poco de lástima por él. Luego su vista se dirije hacia el bidet.

            Se acerca y lo acciona lentamente; el bidet salpica hacia afuera. Cierra un poco la llave y cuenta veintitrés segundos, se sienta. Junta los dedos índice y mayor de la mano derecha y se los introduce en la vagina efectuando un movimiento circular. Siente un pequeño dolor en la pared interna y se erizan los pelos del brazo. Justo en ese momento se acuerda de mí.

 

III La hora en que se duermen las putas/Asesinenme

 

            las putas están cansadas de las camas

 

            Puedo imaginarla subiendo al autobus con él, alguno de los dos paga. ¿Qué importa quién lo hace?

            Ella mira el reloj mientras termina de acomodarse en un asiento doble. Las ocho y cinco, domingo de algún Agosto. Hace una semana que viene acostándose a esa hora, hace una semana que recorren los hoteles juntos. Bosteza; él la toma de la mano, sonríen.

            Ella mira el reloj nuevamente, las ocho y seis y treinta y dos segundos; el autobus se detiene y sube alguien. Ella lo reconoce, el que subió también, los reconoce a los dos. No saluda y se deja caer en el primer asiento. Ella mira por la ventana y suelta la mano.

            Él le pregunta por que razón le soltó la mano tan abruptamente, ella le hace señas con la cabeza. Él le dice que alguna vez los iban a ver, que yo me tenía que enterar de alguna forma. (Yo no me enteré de esa forma. Aunque ya no recuerdo si alguna vez me enteré de algo o lo soñé.) Le toma la mano nuevamente.

 

            fui tu puta

            fui tu esclavo

 

            Casi puedo imaginarla diciéndole que no quiere que yo piense que es una puta; casi puedo imaginarlo a él diciendole que no sea estúpida. Casi puedo radicar en ese momento su primera discusión.

 

            de todas las formas de puta

            elegiste una de puta incógnita

 

            Pero no creo que haya sido una gran discusión, no, más bien un pequeño intercambio de opiniones, un desajuste verbal y necesario entre tanta vorágine sexual, nada más.

           

vorágine sexual

 

Puedo imaginarla, casi como si hubiera estado presente, como si tuviera un guión ante mí, como si esta situación se repitiera eternamente. (¿Acaso no es así? ¿Acaso no se repite eternamente?) Puedo verla, sintiéndose incómoda, clandestina, sintiéndose tan, pero tan sucia; y después,  puedo sentir como la suciedad deja de importarle: El tiempo lava las reputa-ciones; los bidets quedan atrás a fuerza de la costumbre; yo también comería de ese miembro, yo sin saberlo; qué sabor amargo que tenés ahí abajo, mi amor. Se repite eternamente.

 

si

 

            Ahora que lo pienso debe haber mirado el reloj por tercera vez, las ocho y doce. Fué en ese momento cuando pensó lo de las putas, lo del horario en que se acuestan las putas. Seguramente fue en ese momento, cuando ella bostezó y dejó caer su cabeza en el hombre izquierdo de él, que dejé de importale. A las ocho y doce de ese domingo de agosto se despidió de los bidets.

            Ella bosteza y apoya su cabeza sobre el hombro izquierdo de él. Eternamente...

 

 

 

 

 

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